domingo, 18 de octubre de 2009

artículo de opinión: Hay que sobrevivir

Las palabras de tono moralizante suelen ser ignoradas en la sociedad contemporánea, que parece estar más preocupada por consumir y mostrarse adaptada a la guerra para ver quién aparece más, tiene más fama, es decir, quien está más dispuesto y listo para competir, que escuchar palabras instructivas no tan útiles como son hoy los consejos de moda, compras, éxito y belleza. Sin embargo, hay un dicho muy coherente conlos días de hoy que no debría ser ignorado: “nuestras calidades y defectos son como mochilas que usamos. Ponemos las calidades colgadas en el pecho y los defectos en las espaldas. De ese modo solo vemos nuestras calidades y dejamos los defectos para que los otros vean”. Imagino: cada uno de la sociedad actual lleva sus dos mochilas, pero parece que andamos en fila. Uno ve adelante nada más que sus calidades y los defectos del otro.
De modo similar funciona la imagen que tenemos unos de otros. Las personas tienen la mirada contaminada. Lo que uno ve del otro está basado en patrones, en construcciones que no emiten su perspectiva, sino las perspectivas de los medios que dominan las informaciones y las divulgan como quieren, como sea conveniente para mantener el consumo y el dinero como determinantes de las relaciones sociales.
Si observamos un poco veremos que no es fácil encontrar a personas autocríticas, que reconocen sus fallas y están buscando ser mejores, por lo menos segundo lo que creen que es lo mejor. Vemos más personas que simplemente no reflexionan sobre su propia existencia y lo máximo que pueden hacer es construir imágens ideales de sí mismas y de lo que debría ser el otro de acuerdo a lo que dijo el jugador Fulano, la cantante Mengana, el presentador X o la actriz Z. La sociedad es incapaz de formular juicios “un poco” auténticos – digo “un poco” porque sabemos que no existe la originalidad pura –, y no consigue pensar en lo que podría tener el otro en su óptica íntima, solo lo nota como alguien que frecuenta uno u otro lugar que está o no de moda, que se viste o no como la gente de éxito, que leyó o no la más nueva novela del escritor que apareció en la tele y sobre quien hicieron una película.
Encontrar respuestas de lo que significa ese fenómeno social que no es tan actual, ya que empezó cuando el hombre se comprendió en sociedad y se dió cuenta de que seguir ejemplos considerados valorosos podría ser una alternativa para alcanzar el reconocimiento que forma parte de nuestro íntimo, no es una tarea banal y tampoco de la que se pueda sacar un culpable. Idealizar imágenes y usar para ello referencias de la gente que está en destaque es un acto de sobrevivencia en comunidad y no tenemos parámetros para evaluar si eso está bien o está mal. Lo mismo pasa con la envidia, la soberbia, la ambición. Las condenamos cuando vienen del otro, pero no las observamos cuando parten de nosotros y, si las notamos, decimos “eso es humano, es normal”. Tampoco sabemos a qué camino nos llevará esa construción de imágenes que hacemos unos de los otros. En definitiva no nos queda nada más que tratar de ser lo más auténticos posible y sacar del otro lo que tiene de sí, no de tele, moda, de patrones, aceptándo que en la vida usamos, inevitablemente, estrategias de sobrevivencia.

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