La única diferencia que hay entre los dichos “perfectos”, y los “limitados” son las formas que utilizan para ver y comprender el mundo.
Cuando era una niña, tenía una miopía muy fuerte, y usaba gafas para corregir mi visión “torcida” del mundo. Las clases de deportes eran un sacrificio para mí, pues tenía que sacarme las gafas para hacer la natación y para jugar al voleibol. En la adolescencia, el maquillaje se convertió mi centro de torturas pues era imposible usar lápiz y sombra en los ojos sin usar mis imprescindibles gafas. Crecí así, pendiente de este instrumento que hacía que yo viese el mundo como todos los otros.
En la época que cursaba la facultad de design tenía un compañero de clase que hacía todos los trabajos conmigo. Me impresionaba la visión rara que tenía del mundo y como lo representaba. Sus creaciones tenían un color diferente de la realidad que yo miraba con mis gafas. El se impresionaba con los comentarios que se hacían respecto de sus trabajos: ¡Qué espléndido!, decían las personas. ¡Este chico es una raridad. Es un genio! Un día, mientras escogíamos algunos colores de tinta para hacer un trabajo, mi amigo estaba teniendo muchas dificultades, y me reveló algo que cambiaría mi vida de allí en adelante: Juan era daltónico, pero no un daltónico cualquiera. ¡Juan veía el mundo en negro y blanco! ¡Esta verdad me fue reveladora! ¿Cómo es posible que aquél que yo consideraba un genio de las artes pudiera tener una visión tan limitada?
Días atrás, pasados algunos años de mi revelación, leí un artículo que hablaba sobre un hombre ciego que leía las obras de Machado de Assis. ¿Leía? ¿Cómo es posible? Fue entonces que recordé las angustias de mi niñez y de mi amigo daltónico y empecé a investigar para conocer cómo es hoy la vida de los “limitados” y qué recursos tienen para vivir en el mundo de los “perfectos”.
En esa busca conocí a José, el hombre ciego que lee Machado. Utilizando una tecnología desarrollada en una universidad brasileña, José no sólo lee obras importantes de la literatura mundial sino también escribe textos y poesías, utiliza el correo electrónico e Internet. El grande secreto es un Sistema Operacional con síntesis de voz creado y desarrollado para ser utilizado por personas ciegas.
Hoy es posible encontrar a profesionales ciegos, o de visión limitada, en todas las áreas de trabajo. Incluso hay leyes que obligan a las grandes empresas a emplear a estas personas. Es verdad que al principio fue una obligación, pero hoy su valor profesional es reconocido como el de cualquier otro profesional de la misma área de trabajo. Incluso en algunas fábricas, las mujeres ciegas son preferibles a las “perfectas” pues éstas se distraen leyendo las hojas de periódico que se usan para envolver las piezas de vidrios generando perjuicios de tiempo, y financieros, en la producción final.
Las calles de las ciudades también están adaptándose a este tipo de limitación. Podemos poner como ejemplo las calles de la región central de Belo Horizonte que tienen las aceras adaptado para direccionar a las personas ciegas. También los bancos e instituciones públicas están adaptando sus accesos a los limitados de visión.
Hay también formas de mejorar, o recuperar la buena visión y tener una vida “normal” sin las torturantes gafas. Fue lo que aconteció en mi caso. Yo no era ciega, sólo tenía una miopía muy fuerte, pero era tan incómodo que limitaba mi vida. Entonces hice una cirugía de miopía y hoy no necesito de ningún recurso para ver bien. Veo muy bien con los ojos físicos y a cada día busco mejorar mi visión con los ojos del alma. Por eso pienso que hay dos modos de ser ciego. Hay el caso en que existe una deficiencia visual física, concreta y las personas encuentran su propia forma de ver el mundo. Y aquel caso más triste en que el sistema visual funciona perfectamente, pero sólo se ve lo obvio, lo que se está condicionado a ver. No se arriesga, no se busca un cambio de valores, no se ve con el alma. Hay tanto miedo de ver que se cierran los ojos al mundo.
Pienso que ser verdaderamente ciego es no ver el mundo del otro, es estar cerrado a todo lo que es diferente de nosotros. Yo no sé cuánto mi universo se amplió cuando me quité las gafas, pero sé que la vida es siempre sorprendente cuando no tenemos miedo de verla. Es preciso aprender a ver con los ciegos porque así aprendemos a comunicarnos con el mundo. Como dice la frase: Dios no escoge a los capacitados. Él capacita a los escogidos.
domingo, 25 de octubre de 2009
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