Ideologías políticas distintas, totalmente contradictorias, llevadas a cabo en una cancha de fútbol, en la que un gol no representaría solamente una ventaja en el marcador. Representaría la gloria, la venganza y la verdadera furia de un pueblo que, casi 25 años después, aún se recuperaba de una guerra sin vencedores.
Era fin de tarde y aquel 21 de junio de 1964 se estaba por ir. Pero la historia reservaba, todavía, un marco para este día tan especial para los españoles. En las caderas especiales de Bernabeu, el General Franco sostenía un aire de aprensión. Otra guerra estaba al borde de la eclosión. Cuando, entonces, sonó el silbato del árbitro.
Empezaba a escribirse, allí, una de las páginas más gloriosas en la historia española. Pues no se trataba de un simple partido de fútbol. Incluso porque, en España, fútbol no es algo simple, sencillo. Fútbol es redención, puerto de milagros, incorporación de vilanos y héroes y, sobre todo, una pasión que lleva en su esencia toda la autoestima del pueblo español. Así lo es, y siempre así lo ha sido.
Aquel 21 de junio no sería diferente. De un lado, la Selección local, la Roja, la Furia, como la suelen llamar cariñosamente los aficionados. De otro, la Unión Soviética, que ayudara, con la mano de Stalin, a bombardear España en la Guerra Civil.
Afortunadamente, en esta ocasión, lo que estaba en juego no eran ideologías políticas ni ambiciones de poder, sino la taza más codiciada del continente, la Eurocopa. Sin embargo, el fútbol hizo que rivalidades de guerra y relaciones mal resueltas del pasado explotaran a la mirada de cada uno de los 79 mil presentes en el espectáculo.
Perder significaba bajarse ante los soviéticos otra vez, salir herido profundamente por el enemigo dentro de la propia casa. Una humillación que no pasaba por la cabeza de los españoles. Los representantes del pueblo en la cancha habían comprendido el mensaje. El rojo de la camiseta de la Selección se personificó en sangre, lucha y superación.
Selección española campeona en 1964
Con una patada de cañón certera de Marcelino, bien al final de la batalla, España salió campeona. Como cuentan algunos futbolistas que jugaron aquel partido, hubo un festejo como no se hubiera visto nunca, tampoco en las fiestas de toros.Tras esa grandiosa conquista, sin embargo, España no había levantado una taza siquiera, hasta el último junio. El país, después de 44 años amargando decepciones en la cancha, se volvió rojo y gualdo otra vez, igual que la época de Marcelino y sus compañeros.
Ahora, él héroe ha sido Fernando Torres, el “Niño”. El niño que hace un gol, que besa la camiseta y que les permite a sus camaradas de cuna celebrar otra vez el milagro del fútbol. Una Eurocopa más, una emoción igual – o mayor, quizás – que sintieron los españoles al derribar el imperio soviético en 64, aunque, hoy en día, los tiempos de guerra se han calmado.
Pero ganar con una pelota en los pies toca siempre el orgullo español. Incluso identidades, de las más variadas que existen en España, del vasco al catalán, se ayustan para componer una sola fuerza que empurra La Furia.
Además, una banda de rock madrileña, la Pignoise, ha compuesto una canción especial para la selección española en la Euro 2008, que se convirtió en un himno para los españoles tras el bicampeonato europeo:
¡Todos con nuestra Selección!
¡Queremos ser el Campeón!
¡Hazle sentir nuestro calor,
el rojo es ya nuestro color!
¡Pasar de Cuartos,
ya estamos artos!
¡Y España, Y España,
Y España es nuestra Selección!
¡Y España, Y España!
¡Será el Campeón!¡Y España será el Campeón!
¡Queremos ser el Campeón!
¡Hazle sentir nuestro calor,
el rojo es ya nuestro color!
¡Pasar de Cuartos,
ya estamos artos!
¡Y España, Y España,
Y España es nuestra Selección!
¡Y España, Y España!
¡Será el Campeón!¡Y España será el Campeón!
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