martes, 15 de septiembre de 2009

Una venganza bien arquitectada

Hay días en los que uno no se siente bien: tiene rabia, miedo, sueño, cansancio, preocupación… Indiferentes al estado de ánimo de su escritor, gran parte de los textos publicados en periódicos es un mar de tranquilidad. Aunque evoque los temas más conflictuosos como la guerra, el hambre o las desigualdades, el trato suele ser más o menos formal, sin que el autor se involucre mucho. No fue bien así en un texto recién leí, que ya amenaza desde el título: la “Venganza académica”. En los 5 párrafos del texto, el autor Arturo Pérez-Reverte plasma en el papel de modo muy subjetivo su experiencia de escritor, mientras parece arquitectar su venganza contra un desafortunado y poco complaciente lector suyo que le ha afrontado.




El texto tiene un inicio aparentemente sin mayores pretensiones en este segundo sentido. Demuestra mucho más un interés en pensar los detalles íntimos intrínsecos a la producción de una obra escrita de los que la mayoría de los lectores no se dan cuenta: las correcciones necesarias, la ignorancia y el desconocimiento del que escribe cuanto a temas a los que quiere abordar, la búsqueda por la aceptación o el deseo de la perfección formal, entendida como ausencia de errores.


Con efecto, existe una creencia más o menos difundida entre el censo común según la cual los escritores no se equivocan. Así siendo, podría causar extrañamiento ver un original de Fernando Pessoa u otro escritor consagrado, lleno de errores, rebiscos y experimentos típicos de un borrador. Lo que muestra Pérez-Reverte es que los escritores están sometidos a la lógica del error y de la “ignorancia”, como él mismo lo afirma, y que en la labor de la escritura, son comunes aquellos errores que sobreviven a las más implacables correcciones. Eso también lo decía el célebre escritor brasileño Paulo Freire: “El que no tiene consciencia de la mala obra no llegará a ser un bueno escritor”. En esta línea también está la antigua crítica de Oscar Wilde que decía: “El basurero tiene que ser el mejor amigo del escritor”.


Así, la primera parte del texto de Pérez-Reverte constituye una interesante discusión respecto a la labor de la escritura. El propio texto es en él mismo una reflexión puesta en práctica: ¡Con qué destreza el autor transita entre la libertad de la oralidad e informalidad y la elocuencia erudita de quien elige las palabras más propicias a provocar sensaciones en el lector! Así uno siente rabia junto a él cuando menciona la supuesta tontería del desafortunado lector; se complace delante de su humildad al afirmar que jamás critica a otras obras literarias; tiene ganas de reírse cuando lee los adjetivos con los que cualifica las cosas: “el fulano”, “el jodío”, “los catamañanas y los listillos tocapelotas”, “el plan chivato de la denunciación”, “ridículo pasándose de listo”.


Pero la segunda parte del texto reservaría la sorpresa: una crítica de Pérez-Reverte a un “inconveniente” lector que habría originado todo lo anterior: Perez-Reverte recibiera una carta originalmente enviada a la RAE, en la que alguien critica “errores lingüísticos graves” en una reciente obra publicada de dicho autor. Lo grave era que los supuestos errores en verdad no existían según el diccionario de la propia RAE, lo que desencadenó el gozo de Pérez-Reverte al presentar su irónica respuesta en la que pide no ser incomodado con tonterías. En su crítica al inconveniente lector, Pérez-Reverte podría haber usado del argumento de la autoridad personal de escritor y miembro de la academia, pero la venganza académica consistió en encontrar en el propio diccionario de la RAE el argumento que le daba razón. El lector perdió una buena oportunidad de quedarse callado, pues si para escribir es necesario tanto esfuerzo, para criticar bien también lo debería ser.



En su texto, el autor utiliza estrategias de acercamiento del lector con coloquialismos y expresiones que le preparan para recibir en el final la crítica a su desafecto: “Alguna vez les he contado…” (como si hubiera una relación más antigua o mismo de amistad); “casi nunca hablo en público de títulos que no me gustan” (humildad, como quien intenta cautivar el lector). Pérez-Reverte, como se vé, no intenta omitirse en el texto: por el contrario, bombardea el lector con intensificadores y marcas de subjetividad de quien tiene opinión y no abre mano de expresarla.

2 comentarios:

  1. Max,
    Te felicito por tu comentario crítico del texto "Venganza académica" de Pérez-Reverte. Tu introducción está muy reflexiva y todo el texto nos hace pensar sobre qué nos suele pasar en situaciones como las por que pasó el autor. Lograste hacernos ir más allá de lo que está em la superficie de "Venganza académica". Sin embargo creo, que por tratarse de un comentario crítico hizo falta, en el tuyo, un análisis mayor de la estructura lingüística del texto. Creo que dejarías tu comentario más completo si vos le pusieras una discusión, por ejemplo, de la ironía, de la polifonía, del lenguaje formal e informal de que echa mano el autor y de los elementos de modalización. Me parece que tu comentario está muy bueno por lo que se refiere al análisis interpretativo del texto, pero le falta un poco de análisis estructural.
    Te pido perdón por los errores en este comentario y te lo pido que me escribas contándome qué pensás de lo que he dicho.

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  2. ¡hola¡ está muy bueno su comentario,de verdad, él lleva en resumen toda la idea que deseó transmitir Arturo Pérez-Reverte en su texto.Bueno, como en mi texto, tambien en el suyo falta más reflexiones acerca de los aspectos gramaticales.
    Congratulaciones Max...
    -Gracias, hasta luego-

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