Me encanta el fútbol. Como muchos brasileños, no sé los nombres de los jugadores, no sé qué caracteriza un impedimento y tampoco sé qué debe hacer cada jugador en la cancha. No obstante, otro día, en el que estaba feliz porque había ganado mi cuadro, incluso esa es la única cosa que entiendo de fútbol, es decir, cuando gana o cuando pierde mi equipo, me dijeron que el camisa 10 de un grupo es el responsable de coordinarlo. Es suya la tarea de ordenar los compañeros en el área donde se juega y a él cabe equilibrar los dos lados de la cancha, el de los que defienden y el los de que atacan. Esa figura deportiva, por su importancia en el conjunto, me hizo acordarme de nuestro presidente Lula.
Desde que tenemos a Lula como presidente, tenemos también polémica en cuanto a la presidencia de la República. Lula fue electo en un momento frágil de nuestra historia y de nuestra gente. Debido a la promesa de romper con el neoliberalismo extremado de Fernando Henrique Cardoso y de traer cambios y avances a la cansada economia brasileña, ganó el cargo bajo la condición de traer mejorías sociales. Puesto que la sociedad estaba ya harta de lo mismo, es decir, privatizaciones y estagnación en las áreas sociales, creyó que un cambio radical como Lula podría ser uma buena alternativa para que el país finalmente presentara índices sociales dignos de un país de tamañas dimensiones geográficas y población.
Por otro lado, mucha gente tuvo miedo de que un casi analfabeto, militante político e izquierdista subiera hacia el poder, distribuyera los benes privados a los pobres y expulsara las indústrias que emplean a gran parte de la clase media y baja; se creía más en un presidente con mayor experiencia política y que no representara tantas amenazas.
Al fin, sin embargo, Lula soprendío tanto a aquellos que lo vian como un líder sindical, radical y socialista (socialista en la conotación peyorativa de la palabra), como a aquellos que lo vian como un libertador padre de los pobres.
Los casi ocho años de su ejercicio nos muestran que Lula no es un caudillo ni un fascista. Parece que el pequeño técnico mecánico del interior paulista sabe muy bien manejar su gobierno para los ricos, sobre todo porque protege el capital extranjero, las grandes corporaciones y las redes bancarias, y para los pobres, en la medida que ofrece becas de todo tipo para las clases menos favorecidas. Es un presidente que se ha mostrado defensor de un Brasil autónomo y de proyección internacional, que conquista lugares de destaque en el G20, en el BID y en el FMI, que firma acuerdos estratégicos, como el de la compra de treinta y seis aviones de guerra franceses, que trae las Olimpíadas y, claro, en conformidad con su posición en la cancha, el Mundial de Fútbol.
Sin duda Lula es nuestro camisa diez, el que juega con los intereses del equipo, tratando de harmonizarlo frente al adversario. De todas maneras, ni siempre, por lo que vemos en los partidos, el camisa diez actúa con éxito. El de Lula lo veremos en las próximas elecciones. Si Dilma ha sido bien amaestrada en esa posición futbolística y gana la carrera presidencial, sabremos que Lula, además de jugar en la cancha de nuestra política, sabe entrenar a los jugadores de su cuadro.
lunes, 2 de noviembre de 2009
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A mi me ha gustado muchisímo su texto. Mi opinión sobre el gobierno Lula es muy semejante a la suya; Lula es un grande lider conocido y prestigiado en todo el mundo, el verdadero camisa 10!
ResponderEliminarHola Luiza, yo llamo el "offside" de fuera de juego. No tengo como decir que en ningún país hispanohablante lo nombran de impedimento. A lo mejor lo oíste en Argentina. No sé qué puedo comentar sobre tu artículo. La verdad es que no pienso que Lula sea el camisa 10. Para mí, nuestro presidente sigue lo que el PT recomienda que haga. Ya me fijé en muchas de sus entrevistas,y percibí en algunas de sus respuestas, un cierto desconocimiento en relación a asuntos políticos y económicos. No voy dar ejemplos.Es cosa mía, de mi sensibilidad. La propuesta del partido, de que Lula fuera su portavoz, le cayó muy bien. No cabe dudas de que el carisma de nuestro presidente sea su principal arma. Te felicito por querer a tu presidente. Es un problema a menos en tu cabeza...
ResponderEliminarUn texto precioso! No sólo porque estoy de acuerdo sino porque porque fue una excelente metáfora para hablar de nuestro presidente. Creo que tu texto podería ser publicado en cualquier periódico en la sección de opinión pues te posiciona de manera inteligente y muy fundamentada.
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